lunes, 28 de mayo de 2012

El arte de las emociones


No cabe duda de que somos seres netamente emocionales (unos más que otros...), pero si hay algún rasgo que nos caracteriza como personas, entre otros, es que somos seres absolutamente emocionales, al menos, de "fábrica"... después con el tiempo "aprendemos" a capearlas, con mayor o menor éxito... con mayor o menor coste... 

Yo era de los que me preocupaba mucho por guardarme de mis emociones, y sobre todo si no eran consideradas "apropiadas", o no estaban dentro del  marco del estereotipo al que pretendía pertenecer... Aún me autocensuro, pero siempre que puedo (y caigo en la cuenta) procuro que "fluyan"... es natural, o debería serlo... al fin y al cabo hacer lo contrario es negar nuestra naturaleza (sí... lloré en Titanic, aún sabiendo como acababa...).

La influencia de las emociones


Las emociones nos condicionan... o nos potencian. Pueden sacar lo mejor y lo peor de nosotros mismos hasta el punto de hacer de nosotros dos personas totalmente distintas según el momento y la emoción que estemos experimentando.

Del mismo modo, la mujer más dulce puede convertirse en la peor bestia movida por el despecho y el tirano más déspota y ruín puede recapacitar si el arrepentimiento llega a surgir en él.

Somos química, sí, víctimas de una explosiva mezcla en ebullición cuando nos dejamos arrastrar por la ira, rabia, indignación... o plácidos huéspedes inmersos en el más dulce néctar mecidos por la quietud, orden, amor, satisfacción, realización...

Podemos vernos desplazados entre las emociones con absoluta facilidad... sin pensarlo, sin meditarlo, sin recapacitar... instantáneamente... en un parpadeo podemos ir de un extremo a otro inducidos por una circunstancia... sin darnos cuenta, sin control...

Somos seres racionales (supuestamente...), pero toda razón queda aparcada si la emoción adecuada se instala sin ser invitada. Enciende la mecha adecuada y tendrás unos "bonitos" fuegos artificiales (¿quien dijo enajenación mental transitoria...?).

Las emociones, a quien más, a quien menos, nos dominan, muchas veces más de lo que quisiéramos o incluso de lo que es políticamente correcto, pero ahí están...

La pregunta entonces es ¿como podríamos controlarlas...? o incluso es más... ¿como sacar partido de ellas...?

Controlar las emociones


Nuestra mente es caprichosa. Por defecto siempre procura ir por el camino más fácil, directo, sin complicaciones... y por regla general suele ser bastante más independiente de nuestra conciencia de lo que nos creemos, lo que suele fomentar a menudo que las emociones se apoderen de nosotros creando, por ejemplo, una persona violenta, víctima de su propia ira, en lugar de encauzar esa ira hacia algo constructivo (arte expresivo, mayor intensidad en el deporte...).

Las emociones en si no tienen porqué ser negativas, lo negativo es lo que acarrean normalmente por la forma en que las proyectamos.

"No somos responsables de las emociones, pero sí de lo que hacemos con las emociones" (Jorge Bucay)

Contra el concepto de ser víctima de nuestras emociones, está la ecuanimidad, que se puede definir como la capacidad de permanecer serenos ante circunstancias que habitualmente nos alterarían, manteniendo el buen juicio y la objetividad (o lo que es lo mismo... eso que no tienen los niños mal criados...). 

¿Como se consigue? Pues básicamente, como casi todo en esta vida... practicando (también podríamos recurrir al uso de algunas sustancias, pero esa vía, en principio, la dejaremos de lado...). 

No hace falta ser un iluminado para adquirir esta capacidad... igual que no hace falta ser un super hombre para levantar 50 kgs, pero posiblemente la mayoría de la gente no sea capaz de levantar ese peso sin haberse ejercitado antes (al menos con garantías de no lesionarse...).

A nadie se le ocurre presentarse a las pruebas de bombero o policía sin haberse preparado físicamente, pues lo mismo ocurre con la mente. Por defecto, nadie (o casi nadie) tiene el don de la ecuanimidad, pero practicando, se puede conseguir algo bastante parecido, que nos valga, al menos, para buena parte de las situaciones que nos toca vivir día a día.

Una buena práctica para alcanzar un buen nivel de ecuanimidad, puede ser, por ejemplo, meditar. Es impresionante lo que se puede alcanzar practicando regularmente algo de meditación, para intentar al menos que nuestra mente no se vaya más de la cuenta sin nuestro permiso por los cerros de Úbeda, y controlar algo nuestro propio ruido interior.

El propio Dalai Lama dijo:

"Como las emociones son estados mentales, el método para manejarlas debe venir de adentro nuestro. No existe otra alternativa. No pueden ser liberadas por técnicas externas."


Vehículo de la evolución del ser


Además de definirnos como personas, las emociones a veces son valiosísimas. La diferencia entre intentar algo y conseguir algo, muchas veces puede ser la mediación de las emociones.

Cuantas veces hemos vivido de jóvenes (más jóvenes de lo que aún somos...) las pesadas explicaciones del típico profesor aséptico que con su monótono y soporífero discurso no hacía más que hundirte hacia un profundo sueño condenando tu mente al encefalograma plano... Por muy valiosa que fuera su enseñanza, difícilmente iba a conseguir arraigar en nuestra cabeza.


Sin embargo endulza una palabra... apasiónate con lo que dices o haces... genera emociones que provoquen la motivación y a buen seguro el mensaje calará mucho más hondo de lo que imaginamos.

Las emociones a menudo son el envoltorio de lo transmitido. La importancia del continente sobre el contenido. No sólo importa lo que se dice, sino como se dice... lo que se expresa, sino como se expresa... poder decir más de lo que estrictamente se comunica... arte.

¿Qué sería el arte sino la capacidad de expresar una emoción? La emoción plasmada en arte y el arte como medio para emocionar. ¿Cuantas veces nos hemos estremecido al oir una pieza de música o contemplar una bella escultura...? ¿Qué indescriptibles sensaciones y emociones se nos han evocado sin necesidad de transmitir ni una sola palabra...?

Verdaderamente me quito el sombrero ante aquellos que poseen la capacidad de expresar su arte, transmitiendo emociones que consiguen ensanchar el alma de las personas.

Bajo mi punto de vista, eso es precisamente lo que nos define como seres humanos... como personas... Somos seres pensantes y seres emocionales... capaces de compartir esas emociones que experimentamos. Podemos compartirlas destructivamente o constructivamente... y hagamos lo que hagamos siempre será nuestra elección, aunque muchas veces no seamos conscientes de ello.

"No olvidemos que las pequeñas emociones son los capitanes de nuestras vidas y las obedecemos sin siquiera darnos cuenta." (Vincent Van Gogh)


lunes, 14 de mayo de 2012

El último aliento

Estábamos en clase y nos explicaban qué es el espacio muerto anatómico. Básicamente se trata de un conjunto de vías que almacenan un volumen de aire que no se controla voluntariamente durante la respiración normal, sin embargo siempre está ahí... como reserva... como última reserva a decir verdad, ya que es el último lugar del que se tira cuando el cuerpo se va quedando sin oxígeno y está a punto de decir basta...

En mi caso... he tenido la oportunidad de experimentar lo que es hacer uso de dicha reserva...


La experiencia


Fue en un accidente de tráfico en el que un compañero tuvo que sacarme (al segundo intento...) cuando quedé aprisionado por el cinturón de seguridad (sí, ese que dicen que siempre hay que llevar puesto...) mientras me presionaba el tórax e iba sacando hasta la última gota de aire de mi cuerpo... hasta el último aliento.

En los infructuosos instantes que transcurrieron desde la colisión hasta que mi compañero consiguió sacarme (Vicente, gracias por insistir...), he de decir que hubo un momento en el que llegué a tomar conciencia de que hasta aquí habíamos llegado... que ese era mi final en este mundo y que lo mejor que podía hacer era aceptarlo porque ya se habían quemado todos los cartuchos... o casi todos, porque me equivoqué.


En ese instante el tiempo se dilata... dejas de respirar pero no le haces caso... tan solo piensas que te vas a ir y qué te dejas pendiente, pero que por otro lado... ¿qué importa ya...?


De pronto, cuando ya tienes el cuerpo hecho... la vida vuelve a ti de golpe... de sopetón... cuando ya te habías despedido de ella... como un resorte que se estaba comprimiendo y que salta con violencia...

El aire entra con tanta fuerza que duele... con un caudal que necesitaría tres bocas para poder ser inspirado... con tal intensidad que parece que los pulmones te van a reventar... pero que entra en ti sin pedir permiso...

Metafóricamente las nubes se abren, los querubines tocan las trompetas en una celestial sinfonía y la luz vuelve a ti... una luz que hará que ya nunca veas las cosas igual, al menos en mi caso.


La reflexión


Suena a tópico, pero estas cosas te cambian la vida. Habría que ser demasiado insensible, pienso yo, como para que no lo hagan.

Yo tiendo a pensar que fue "un toque de atención"... una lección que debía aprender. Tenía veinti muchos y pensaba que me iba a comer el mundo... nunca pensé que el mundo me podía comer a mi (y menos de golpe y sin avisar).

El orden de valores cambia radicalmente. Se trastoca de arriba abajo... dejas de encabezar tu lista particular (ocupando primer, segundo y tercer puesto) para dejar lugar a "otras cosas". Procuras ser algo menos egoísta y empiezas a tomar conciencia de "qué carajo hago yo aquí"... al menos, tomas conciencia del camino... (otra cosa es seguirlo...), y procuras reenfocarte.


Procurando tomar conciencia...


A mi modo de ver, intentando sintetizar y sin enrollarme demasiado, pienso que las lecciones más importantes que aprendí tras "el incidente" fueron:
  • Con ayuda se puede salir de todo. No somos más débiles por no ser capaces de hacer las cosas sin ayuda... probablemente seamos más necios si no reconocemos que necesitamos ayuda. Apóyate en quien realmente te quiere y está ahí. Probablemente tú harías lo mismo. Por la misma regla de tres, procura estar ahí para quien pueda necesitar tu ayuda.
  • El cuerpo es frágil... hay que cuidarlo. Nos creemos indestructibles... El cuerpo es una gran obra de ingeniería... pero se rompe. Y además se va rompiendo poco a poco si no se cuida, se degrada... Es el que nos va a acompañar toda la vida... así que además de que seguro que queremos que ésta sea lo más larga posible, que sea también con la máxima calidad (mejor calidad que cantidad, la verdad...). Y si no encuentras la forma de cuidarlo como se merece, al menos, procuremos no abusar de él...
  • No tomarle demasiado cariño a las cosas. El día que nos vayamos, no nos vamos a llevar nada... indudablemente nada material... siento contradecir a los egipcios... Ni siquiera tu vida es tuya... no te pertenece... es un préstamo. Procuremos rentabilizar nuestra más valiosa inversión y pensemos como nos gustaría ser recordados... ¿porque "tuve" o porque "fui"...?.
  • Un día no estaremos aquí. No olvidemos que, como alguien dijo, la muerte está tan segura de su objetivo, que nos da toda una vida de ventaja, pero, sin embargo, el tiempo que podamos disfrutarla sí podemos decidir qué hacer con ella... Procuremos cultivar lo que realmente importa y pasar de lo que no.

Señores... la vida es muy corta como para complicarnos y perder el tiempo con lo que no merece la pena...  y además, como dijo Abraham Lincoln...

"Al final, lo que importa no son los años de vida, sino la vida de los años."