miércoles, 19 de diciembre de 2012

Setenta veces siete

Era yo bastante más joven de lo que soy ahora, un chaval... cuando solía conversar de vez en cuando con un buen amigo sacerdote, el Padre Paco, o Paco a secas, como a él le gustaba que le llamaran... sin adornos. Un hombre mayor, cercano y lleno de sabiduría, como casi todas las personas que ya pasan de 60... fallecido hace bastantes años, pero que aún recuerdo a menudo por ser de esas personas que de alguna manera te marcan, te inspiran.... te ayudan a tallar el espíritu y te ayudan a madurar y a que uno pueda ser, si quiere, mejor persona.

Salió el tema del perdón... delicado tema, muy delicado...

Yo le exponía que sí, que está muy bien eso de perdonar, que queda muy bonito y todo eso... pero que dependiendo del caso, igual no es posible.

Le preguntaba yo a Paco:

- "¿Como se va a perdonar a un asesino, por ejemplo?"

- "Muy "fácil"", decía él, con una sutil sonrisa que auguraba una lección que me iba a costar entender... "igual que perdonas a alguien que quieres por una tontería... aunque eso sí... requiere práctica, y voluntad. Hay que ser capaz de perdonar muchas veces, independientemente de la causa, para llegar a poder perdonar de verdad."

-  "¿Cuantas veces hay que ser capaz de perdonar a alguien?", cuestionaba yo.

- "Al menos, setenta veces siete...", respondió, tirando de recurso bíblico.

- "Osea... 490", le dije yo de forma asertiva, dejando claro que sabía multiplicar...

- "Puede", añadía él, "Pero yo creo que más bien se refiere a 70 sietes, uno detrás de otro...", me decía, mientras daba saltitos con su índice en el aire... "es decir: 7777...777..."

Ante lo cual yo, por respeto ante él guardé silencio (por no llamarle "exagerao", que era lo que realmente pensaba y me daban ganas...).

Una cosa está clara, pienso... si eres capaz de perdonar 777...777 veces algo, no hace falta que sigas contando, eres capaz de perdonar cualquier cosa. Y quizás ahí reside "el truco", en no llevar la cuenta... en no tener en cuenta nada a nadie... en no "apuntar" que "ésta te la guardo"... tan solo dejar fluir, sin más.

Vale, muy bien, pero si solo una "medio gorda" ya no soy capaz de perdonarla, como voy a dejar pasar el resto...?

Cuestión de perspectiva


Muchas veces hemos escuchado la frase de "yo perdono, pero no olvido" (¿alguien más está tarareando "Forgiven Not Forgotten", de The Corrs...?), y la persona que la dice la espeta con mirada cinematográfica esperando de nosotros un "ooohhhh"... Pues qué quieres que te diga, compañero... dudo mucho que realmente estés perdonando... como mucho estás haciendo "el papel", pero yo entiendo que eso no es perdonar. Eso se puede llamar, por ejemplo, "espera paciente y políticamente correcta de oportunidad de venganza premeditada" (vale, ha quedado algo largo...), y aunque algunos clamen a que "la venganza es un plato que se sirve frío", o "el dulce sabor de la venganza"... por muy dulce que resulte, digo yo... ¿cuanto amargo has tragado hasta que llegue?, si llega... y aunque llegue... ¿merece la pena...? ¿compensa...?

Perdonar va más allá... a mi entender perdonar implica olvidar, porque si no, el rencor puede anidar en ti, apoderarse de tu corazón hasta pudrirlo... y la magia del perdón reside en que libere tanto al perdonado, como al que perdona. Como una manifestación más del amor, es un juego de dos (salvo que uno deba perdonarse a si mismo y deba asumir los dos roles).


No siempre es fácil


Claro que no, si no no tendría mérito...  todos lo haríamos sin esfuerzo y éste sería un mundo maravilloso e ideal... 

De todas formas, seamos un poquito objetivos... la mayoría de las veces nos "picamos" por tonterías, cosas sin importancia, es más, aún con alguna importancia relativa, es posible que muchas veces seamos víctimas mutuas de la falta de entendimiento, sin existir tan siquiera mala voluntad por ninguna parte.

Sí vale, pero ¿y si hablamos de "causas mayores"...? ¿Merece ser perdonado aquel cuyo crimen es mayúsculo o que ni siquiera se arrepiente...? Pues quizás no (o sí...), pero lo que está claro, es que debería ser un ejercicio practicado por aquellos que realmente pretenden ser mejor persona, y que cada uno debe ocuparse de su parte, así como el otro de la suya, según el papel que te toque jugar.

No sirve darse golpes de pecho de cara a la galería, y luego estar apuntándole la matrícula al prójimo "a la de menos de cambio"... porque además nadie está libre de equivocarse, así que más nos vale no juzgar al que tenemos en frente, porque mañana la situación puede ser a la inversa y los papeles se reparten de forma distinta en esta comedia que es la vida.

¿Debo entonces aguantar o permanecer junto a alguien que no para de fastidiarme sistemáticamente...? No... no tenemos porqué... deberíamos poder (debemos) alejarnos de aquellas personas que resulten nocivas en nuestra vida si la cosa no tiene remedio, pero posiblemente sea mejor opción hacerlo sin  acritud ni rencor, ¿no?.

El poder del perdón


No me refiero al poder obtenido mediante el perdón... y se me viene a la cabeza la escena de la Lista de Schindler cuando el propio Oskar Schindler insta al oficial de las SS Amon Göth a que ejerza el perdón, como muestra de poder... mal entendido, aunque pretendiendo un buen fin; me refiero a lo que el perdón reporta cuando se perdona de verdad, de forma sincera... de corazón, no de forma banal, hipócrita o instrumentalizada.

Quizás el verdadero poder del perdón reside en la liberación... No hace falta buscar pretextos metafísicos, o cuestiones divinas para ser capaz de perdonar... debería atenderse más a motivos personales, y muchas veces es mucho más simple y se trata más de una cuestión netamente práctica... si somos capaces de llevarla a cabo.

No se es libre hasta que se perdona o se es perdonado, porque mientras tanto, el que busca el perdón sufre por no obtenerlo (si tiene conciencia), y el que le toca perdonar, si no se es suficientemente ecuánime, corre el riesgo de ser pasto de la indignación, por ejemplo, o ser llevado por los demonios, víctima de la ira... y como decía William Shakespeare:


"La ira es un veneno que uno toma esperando que muera el otro."


Si nos anclamos en el pasado, no dejamos pasar una afrenta, y nos dejamos dominar por las emociones mal canalizadas, reviviendo inútilmente una y otra vez un amargo recuerdo, entonces no estaremos preparados para vivir el presente y mucho menos para afrontar el futuro.

Todos podemos fallar alguna vez, pero ello no nos debería privar (salvo casos excepcionales) de la oportunidad de poder seguir ofreciendo quizás muchas otras cosas más.

Quizás, al final, la cuestión no es si es posible o no perdonar algo... sino si somos o no capaces de hacerlo. Para lo que unos puede ser imperdonable, para otros puede no ser más que otro accidente del que aprender en esta senda que nos toca caminar.

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Jugar a juzgar

Cuan fácil es tomar partido en los problemas ajenos o dictaminar sobre los defectos de otro. Decidir qué es bueno y qué es malo... elevar hasta los altares a un nuevo héroe o declarar un nuevo villano, amigo o enemigo de ciertos intereses más o menos mayoritarios.

Qué rápida se mueve la materia gris cuando se trata de emitir un juicio sobre otros... y qué lenta o inmóvil permanece ante el ejercicio de la autocrítica.

Jueces, y si pudiéramos... verdugos


Vemos a personas indignadas y alteradas por asuntos de dudosa trascendencia, rasgándose las vestiduras, llenos de odio, con la ira apoderándose de ellos a través de sus ojos... dando "magistrales lecciones morales" a través de esa ventana velada al mundo que es la televisión (el mundo que nos quieren convencer que debe ser), víctimas de un ego tan henchido que vuelve opaco su juicio.


Cómo nos dejamos llevar por las palabras que dejan flotar en el ambiente... como nos gusta discutir y juzgar... (más si llevamos razón, o creemos llevarla...) y qué difícil es quitarle a alguien la etiqueta cuando se le coloca.

Qué convencidos estamos de la verdad (nuestra verdad, por supuesto) y qué clara creemos verla... llegamos en ocasiones hasta la violencia por "defenderla" (¿ego? ¿interés de algún tipo...?). Como si la verdad necesitara de paladines... ¿qué verdad? me pregunto.

Tratamos de convertir "nuestra verdad" en la causa de los demás. Así nos va...

Prejuicios, origen de la incompatibilidad inexistente


Un proverbio reza:

‎"Antes de juzgar a alguien, camina una milla en sus zapatos."

¿Conocemos realmente cada persona o situación que nos invita a ser juzgada? ¿Sabemos realmente de lo que hablamos, o simplemente creemos saberlo...? Nuestra agudeza mental se afina hasta límites insospechados cuando se trata de sacar conclusiones con mínimos parámetros de información. Enseguida creemos saber "lo suficiente"... será por el carácter creativo de la mente... Pero qué lástima que se invierta dicha creatividad de forma tan poco constructiva.

Como dice Eduard Punset... "¿Puedes demostrar lo que dices...?" ¿o simplemente lo has oído por ahí...? Sólo hace falta querer creer algo para ser convencidos fácilmente (mitos, impresiones, prejuicios, partidismo, etc...).

Llevamos mucho lastre mental y éste nos condiciona, nos hace perder el norte de vez en cuando. Quizás necesitamos cuestionarnos lo que creemos saber más a menudo... procurar informarnos y documentarnos de algo lo suficiente como para poder generar ideas bien fundamentadas. Abrir la mente... desintoxicarnos mental e ideológicamente si queremos aspirar a tener buen juicio, y no solo prejuicio.

"El fascismo se cura leyendo y el racismo se cura viajando."

La primera impresión


Dicen que la primera impresión es importantísima al conocer a alguien. Te la juegas...  porque tendemos a encajonar a la gente nada más transcurridos los primeros instantes... como un pequeño resorte que salta de forma involuntaria.

Nos encanta poner etiquetas. Lo etiquetamos todo... y sobre todo, no somos para nada pacientes (no lo somos, ni con nosotros mismos...). Como le pongamos los puntos a alguien... la lleva clara...

"Todo lo que te molesta de otros seres, es solo una proyección de lo que no has resuelto de ti mismo."

Con algunas personas conectamos rápidamente,
con otras... no tanto
Los mecanismos de la compatibilidad social son curiosos. Posiblemente las personas con las que más predisposición tenemos a una buena relación simplemente son aquellas que no nos recuerdan con su actitud nuestros propios defectos, más allá de las que atesoran grandes virtudes, ya que quizás se corre el riesgo de generar alguna malsana envidia si de ellas carecemos.

A uno de los amigos que más estimo lo conocí porque nos enfrascamos en una pelea... al tiempo  el destino quiso hacernos coincidir en muy distintas circunstancias y afortunadamente sin rencor se produjo un segundo acercamiento (menos hostil), fraguándose así una amistad que dura hasta el día de hoy.

Sin duda nos sorprenderíamos de lo que podemos llegar a aprender de alguien si le diésemos una segunda oportunidad. Pero juzgamos... y decidimos que esa persona no es merecedora de compartir nuestra magnífica compañía, amistad, ayuda, afecto, etc... (ni el aire que respiramos, en casos extremos...).

Juguetes de la circunstancia


Todos tenemos una historia. Quizás nos gustaría ser menos ignorantes, estar mejor educados, tener un carácter más afable, ser más simpáticos... pero a veces no es así... y no por ello somos culpables de nada ni se nos debería reprochar por ello.
El que más, el que menos... todos procuramos encajar
de alguna manera en algún sitio

Es más, no todos podemos tener todos los días un día estupendo y divino de la muerte... ni comportarnos igual en el trabajo con un jefe ávido de resultados que entre cervezas con los amigos.

Tu mejor y más amado amigo puede ser alguien tremendamente odiado por otra persona, y puede que esa otra persona, ni siquiera tenga que caerte mal... así de subjetivos somos.

Misma persona... distinta situación, muchas veces la diferencia entre héroe o villano.

Tendemos a defender lo que apreciamos, cegándonos a veces... y atacar aquello que rechazamos, muchas veces por simples prejuicios, y más grave y triste aún, quizás ni tan siquiera por experiencia propiamente adquirida.

"Yo soy yo y mi circunstancia y si no la salvo a ella no me salvo yo."

Observando, leyendo entre líneas


Objetividad... Es complicado, pero necesaria. Es difícil disponer de la ecuanimidad necesaria para no ser afectados por la circunstancia, somos seres emocionales al fin y al cabo.

Aprender a valorar lo mejor de las personas, apreciar sus virtudes, aceptar sus defectos y aprender de ambos, asimilando los rasgos positivos y corrigiendo los negativos.

"No soy un completo inútil, por lo menos sirvo de mal ejemplo."

Observar con perspectiva... y cuando la tentación se intente apoderar de mi... respirar profundo, parpadear... y procurar hacer el ejercicio mental de ponerme sus zapatos, antes de decir o tan siquiera pensar algo que solo el tiempo ayude a corregir.


domingo, 16 de septiembre de 2012

Anhelando la felicidad

Como ya se ha comentado anteriormente, a lo largo de la vida normalmente nos limitamos a "existir", moviéndonos la mayoría de las veces por inercia. Cuando somos niños, simplemente porque no tenemos consciencia de ello y cuando somos mayores, porque las circunstancias que nos rodean nos absorben, y no paramos a preguntarnos...

¿Soy feliz?

Si no respondemos instantáneamente... chungo.

Bromas aparte... El caso es que de una manera u otra, un día te despiertas y te falta algo… Sientes un gran vacío en tu interior y no sabes qué es. Se supone que tienes "de todo", pero aún así… a veces te cuesta respirar.. conciliar el sueño… disfrutar el momento…

Vivimos en una sociedad que predica un estilo de vida particular. Un modo de vida en el que se nos invita a consumir, a tener, a poseer bienes materiales de forma continua, evitando que realmente nos centremos muchas veces en lo que realmente importa y obteniendo únicamente "felicidad a plazos", felicidad condicionada.

Seamos claros, la felicidad constante, la de verdad... esa sensación de sentirte completo y en armonía... cuesta conseguirla... y mucho.

Muchas veces, tras intentarlo por diversas vías, tras mucho poseer y probar, la conclusión es que nos movemos en ciclos constantes de ilusión-desilusión, de forma que cada vez queremos conseguir cosas "mayores" que nos den más felicidad durante más tiempo… Nos convertimos sin darnos cuenta en unos "yonquis materialistas", que buscan su siguiente "dosis de felicidad material" cuando se acaba la anterior y ansían seguir siendo "felices".

Como dijo Agustín de Hipona (AKA San Agustín), y ya hemos comentado alguna vez "no es más rico quien más tiene, sino quien menos necesita", y esto es extensible a la felicidad. Muchas veces la felicidad está en pequeñas cosas que no somos capaces de ver.

Una vez un buen amigo me dijo "necesito simplificar mi vida". Pensamos que para ser felices tenemos que poder tener muchas "cosas", y para conseguir esas cosas hay que disponer de medios materiales que nos afanamos rápidamente en conseguir, convirtiendo el medio en el fin. Entramos sin darnos cuenta en una espiral que cada vez nos complica más la vida, creándonos mayores preocupaciones, y empañando nuestra visión para ver realmente donde está la felicidad.

Se entra en un círculo vicioso en el que no vemos claramente. Nuestra libertad se ve coartada, y nuestra voluntad subyugada a intereses ajenos que nos seducen, condicionándonos y convenciéndonos de que ese es el camino que hay que seguir si quieres conseguir lo crees querer.

Tu alma se va a apagando… tu mente se ofusca y tu cuerpo y tu salud se resienten.

No es hasta que alguna alarma suena (algunas veces varias distintas…), cuando con suerte, te replanteas tu vida, tu existencia, tu comunión con el universo… tu FELICIDAD... quizás después de haber pasado por varias consultas psicológicas y haber ingerido pastillas con contraindicaciones y colores variados.

Curiosamente, como dicen los sabios, posiblemente la felicidad está en uno mismo. Y el quid de la cuestión es que si realmente conseguimos ese estado de gracia, lo demás ya no importa… No necesitarás un coche increíble… una casa con jacuzzi... te dará igual, estarás "desintoxicado", y por tanto, no te afanarás en ganar pasta como un poseso.

Un día un amigo te pregunta: ¿qué quieres conseguir en la vida… ? y tú respondes:

- Yo, lo "único" que quiero es ser FELIZ… (y posiblemente ya habremos dado un paso importante)

La pregunta del millón de dólares es… ¿Somos realmente conscientes de como…? ¿Conocemos el camino... o nos desviamos hace 7 cruces...?

Quizás lo más curioso del asunto es que cada cual debe conformar su receta para la felicidad, en base a su experiencia y anhelos, pero también en base a cuestiones "universales" que casi todos conocemos, pero que por alguna razón nos cuesta integrar en nuestras propias vidas, olvidándolas más de la cuenta o costándonos más de lo que nos gustaría para poderlas poner en práctica.

domingo, 22 de julio de 2012

Breve e incompleto recetario vital

Un día te levantas y te preguntas... ¿qué carajo estoy haciendo aquí...? Te encuentras "más perdido que un pulpo en un garaje". Sin destino... sin objetivos... sin rumbo... desmotivado... como un autómata integrado en una sociedad de eficiente y extrema productividad que no te da un respiro.

Quizás deberíamos pararnos de vez en cuando y preguntarnos si realmente vivimos la vida de forma consciente, o nos limitamos a existir inconscientemente en ella.

Me gustaría revisar, aunque sea a modo de nota metal, algunos aspectos que quizás puedan ayudar a plantearnos algunas cuestiones o resolver otras... Seguro que se quedan muchas cosas atrás, seguro que muchas son discutibles e imprecisas (podemos hablar sobre ellas), pero quizás, con suerte, alguna nos lleve a algún sitio, y quien sabe, igual seguimos reflexionando sobre más cosas más adelante.

Comencemos...

No pelearse con la vida... Fluir


Hay que dejarse fluir. No empeñarse en comprender la vida... sino vivirla.

Deberíamos ser capaces de integrarnos en nuestra propia vida, siendo parte de ella, aceptando lo que pasa y haciendo lectura positiva de lo que acontece. Aceptar no implica rendirse, es saber adaptarse.

Qué peligro cuando empezamos a rasgarnos las vestiduras al mismo tiempo que gritamos... ¿por qué...?

No olvidemos que se aprende más de los fracasos que de los éxitos, y que las situaciones que realmente nos ponen a prueba como persona son habitualmente las más inesperadas o las que menos nos gustan.

Me quedo con la magnífica frase de Randy Paush:

"Experiencia es lo que consigues cuando no obtuviste lo que querías."

Como decía el viejo proverbio... "¿Mala suerte, buena suerte... quien sabe?". Lo que nos pasa no es ni bueno ni malo... es como lo veamos, como lo interpretemos. Bueno y malo, muchas veces, son dos grandes engaños totalmente impuestos y dependientes del entorno en el que nos hemos criado. Y lo que hoy parece malo, puede esconder una gran oportunidad o ser la antesala de algo mucho mejor.

Deberíamos procurar adaptarnos a las circunstancias en lugar de perder todas nuestras energías en luchar contra ellas, sobre todo, si no tienen solución o no está en nuestra mano. ¿Acaso el agua de un río se para cuando encuentra una piedra en su lecho...?

"Be water my friend" ("Sé agua, amigo mío")

Ni ayer, ni mañana... Hoy


Ser conscientes de un destino elegido y guiar nuestra vida en base a nuestros anhelos es importante. No deberíamos renunciar a aquello que vemos lejano simplemente por pensar que es inalcanzable.

Sin embargo es importante saber vivir el aquí... el ahora y disfrutar el momento... paladear cada momento como si fuera el último, sin preocuparnos por un mañana incierto más de la cuenta. No hay porqué ser insensatos, debemos planificar el futuro, pero una cosa es planificar, y otra cosa preocupar.

Pensemos como queremos que sea nuestro futuro, cristalicemos nuestros objetivos y pongámonos en marcha, pero una vez decidido, quizás no sea una buena idea volver a darle más vueltas de la cuenta, porque entonces posiblemente estemos cayendo en la preocupación excesiva y una buena decisión ya no nos parezca tan buena.

Debemos ser conscientes de que hay multitud de variables que desconocemos o no tenemos poder sobre ellas, por lo que siempre va a existir un margen de incertidumbre que debemos aceptar, para no caer en la obsesión por el futuro.

No caer en la melancolía del momento pasado, la vergüenza del momento pasado, el trauma del momento pasado... por una sencilla razón... porque ya ha pasado. Igual que "agua pasada no mueve molino", no dejemos que los ecos del pasado condicionen nuestra vida. Cada nuevo día tenemos una nueva oportunidad para reinventarnos, ser la persona que queremos ser, hacer lo que queremos hacer, aprender nuevas cosas y disfrutar el momento.

Decía el Dalai Lama

"Tan solo hay dos días en el calendario en el que no puedes hacer nada, ayer y mañana."

Actitud


Hay gente que le encanta gruñir... les encanta tener problemas y contarlos a los demás (verdaderos vampiros energéticos...), y vanagloriarse de lo desgraciados que son, la mala suerte que han tenido en la vida o lo enfermos que están (siempre más que los demás, por supuesto...). Irían a un entierro y sentirían envidia por el fallecido.

Creo que estamos de acuerdo en que con esta actitud es muy complicado ser feliz. En estos casos realmente hace falta un gran trabajo interior para cambiar este tipo de comportamientos. Es una cuestión de actitud... no podemos pretender cultivar una gran vida interior o tener buenos amigos, si no somos capaces de estar a gusto ni con nosotros mismos.

Cambiemos el chip, centrémonos un poquito más en las cosas buenas que nos suceden, en lugar de repasar una y otra vez aquellas que no asumimos. Seamos positivos, pensemos que hoy va a ser un gran día, y probablemente así lo será...

"Si sonríes al espejo, el espejo te devuelve una sonrisa".

No ser mártires crónicos


Hay que saber disfrutar. La vida no es solo sacrificio. El sacrificio dignifica al hombre y forja el espíritu... pero no lo forjemos tanto que se nos rompa.

Los objetivos más deseados suelen ser los que se consiguen con más sacrificio, pero no caigamos en el error de pensar que no los merecemos una vez conseguidos.

Para bien, o para mal, todo lo que conseguimos lo merecemos, aún para aprender algo. Está ahí por algo... demos gracias por ello. Hagamos lectura positiva y procuremos disfrutar de lo que tenemos, en lugar de anhelar insistentemente lo que no.

Dependencia emocional


Estamos hartos de escuchar la expresión de "encontrar a mi media naranja"... qué bonito... y qué equivocado... Yo soy feliz, tú eres feliz... seamos aún más felices juntos. ¿Por qué sumar 1 entre los dos cuando podemos sumar 2 ?

Necesitamos que nuestra madre nos abrace, que nuestra novia nos ría, que el gato nos ronronee para ser felices... error !  Mi felicidad no se puede basar en los demás, porque entonces una falta de ellos me va a sumir en la tristeza, en la apatía, en la infelicidad.

Deberíamos poder ser felices por nosotros mismos. Mirar más hacia nuestro interior que hacia afuera. Todo lo demás, deben ser pluses de felicidad, no condicionantes para ella.

El apego


Peligroso, sobre todo a lo material. Es peligroso depender de alguien para ser feliz, aún más de algo.

Poseer no está mal... no tiene porqué ser malo. Si te lo puedes permitir, magnífico. El problema es el apego... cuando dependes de esas cosas para ser feliz. Probablemente nos estemos desviando si vemos que no paramos de adquirir cosas, que nos dan una efímera y epicúrea felicidad para luego desvanecerse y querer más... convirtiéndonos en "yonquis" consumistas y materialistas, víctimas de una sociedad que nos invita a ello vorazmente.

A veces es mejor simplificar. Desprenderse de aquello que te esclaviza... que realmente no necesitas. Es sencillo una vez se comprende... una vida simple es más fácil de mantener que una compleja, necesitamos menos energía, que podemos dedicar a otros menesteres.

"No es más rico el que más tiene, sino el que menos necesita".
(Agustín de Hipona, AKA San Agustín)

Finalizando (por ahora)


Probablemente la gracia del asunto esté en ese magnífico punto de debe ser mantener una motivación vital  suficiente como para que guíe nuestro destino pero que al mismo tiempo nos permita cierto grado de ecuanimidad sobre como, para encajar la posibilidad de no alcanzarlo y vivir felices con ello, sin llegar a ser unos pusilánimes.

Al principio comentábamos la frase de Randy Paush. No puedo dejar de recomendar la visualización de su inspirador vídeo ...siempre lectura positiva. Buena actitud vital sobre todas las cosas.

Se quedan cuestiones y temas en el tintero... saber decir "no",  aceptar nuestras limitaciones, equilibrar nuestra vida profesional... personal, comer sano, hacer ejercicio... y seguro que muchísimas cosas más que a buen seguro nos ayudan a ser felices. En cualquier caso, por no alargarnos más y hasta que tengamos tiempo de abordar éstos y otros temas planteo... si entendemos realmente la diferencia entre vivir y existir... y qué nivel de consciencia tenemos en nuestra propia vida.

"La vida es aquello que te va sucediendo mientras te empeñas en hacer otros planes."

sábado, 30 de junio de 2012

La mente inquieta

Tuve la suerte de estar no hace mucho en otro magnífico taller con Ramiro Calle, del que no se para de aprender cuando se está junto a él. Se hablaron de montones de cosas muy interesantes y pudimos disfrutar largo y tendido de su siempre inspiradora presencia y clarividente discurso.

En cierto momento del debate un compañero preguntó y surgió el tema de los pensamientos rumiantes. Creo que no necesitan explicación... el que más el que menos los sufre a diario. El típico run-run que no te quitas de la cabeza... esa idea o preocupación que nos atenaza de vez en cuando... ese problema grandísimo que tenemos que parece que nunca se va a solucionar, ni nadie nos puede ayudar y que como descuidemos puede desembocar en la extinción inminente de la raza humana y de todo rastro de civilización "inteligente" en nuestro planeta...

Vale, estoy exagerando... pero es que somos así... Algunas veces, sin motivo objetivo ni aparente, solemos caer en la trampa mental de crearnos "falsos" problemas o de magnificarlos sistemáticamente. No sólamente eso... sino que además les cogemos un "apego" tal que no nos separamos de ellos ni para ir al baño... llevándolos con nosotros a todas partes en todo momento.

Mi padre, muy sabiamente, de pequeño me recordaba de vez en cuando... "No te preocupes... ocúpate", cuando detectaba que andaba "histérico" con algún tema que empezaba a sobrepasarme.

La lectura es simple, haz lo que honestamente puedas y buenamente esté en tu mano, todo lo demás, sobra... como muy acertadamente reza la vieja reflexión:

"Si tiene solución... ¿para qué te preocupas? y si no la tiene... ¿para qué te preocupas?"

Todos la conocemos y nos resulta tremendamente obvia... entonces... ¿cual es el oscuro motivo que hace que nos cueste tantísimo ponerla en práctica?.

Eso es lo que nos trae de cabeza... no poder controlar nuestro propio órgano pensante,  porque esa misma cabeza es la que nos "engaña" muchas veces o simplemente va "por libre"... y nos mete en unos berenjenales mentales en los que nunca pedimos entrar, pero que en los que muchas veces nos vemos metidos "hasta las axilas".

Eficiencia mental


A mi me pasa, como a todo el mundo, que de vez en cuando me levanto con una canción "metida" en la cabeza... y no sale ni con agua caliente, es peor que un picor insistente (y según de quien sea la canción más peligroso...). Parece como si solo puedes dejar de tararear esa canción si alguien te sugiere otra... pero acabas atrapado en una desesperante "paradoja musical".

Creo que tenemos en este tipo de anécdotas un ejemplo magnífico de lo tremendamente sistemática que es nuestra mente y su tendencia a entrar en rutina... a quedarse trabada en ciclos repetitivos que por momentos pueden resultar en un comportamiento más o menos obsesivo, y sobre todo lo peligrosamente "autónoma" que puede llegar a ser (más de lo que nos pensamos...). 

Deberíamos ser capaces de poner a funcionar nuestra mente de forma dirigida. Es decir, pensar cuando hay que pensar, de forma planificada y consciente hacia un objetivo, con control (mente grande), atando en corto al corcel desbocado para que no se vaya por los cerros de Úbeda (mente pequeña), y descansar la mente cuando hay que descansarla. El problema es que no siempre es fácil, y más si además no estamos acostumbrados.

Pensar cansa... y mucho, y si no hemos pedido pensar... ¿para qué agotarnos?. La mente es como un pura sangre que necesita de un buen jinete, nuestra conciencia, para poder sacarle el máximo partido posible, pero sobre todo, para que no muera por extenuacion.

Como dice ese anuncio publicitario de neumáticos, del que ya se ha echado mano alguna vez:

"La potencia sin control, no sirve de nada".

Tenemos claro que un músculo sometido a estrés, sobresfuerzo o mal uso se contractura, fatiga o sobrecarga... pero a veces no tenemos conciencia de que al cerebro le pasa exactamente lo mismo. El cerebro, fisiológicamente,  consume recursos (glucosa, fundamentalmente) y se fatiga (dolores de cabeza, migrañas, visión borrosa, etc...), pero mentalmente, unos malos hábitos pueden desencadenar en otros tipos de trastornos (tensión, estrés, ansiedad, depresión, etc...).

Por ello tenemos dos magníficos motivos por los que aprender a parar y controlar nuestros pensamientos:
  • No gastar más energía de la necesaria
  • Evitar posibles trastornos psicológicos a medio y largo plazo
Para ello debemos ser capaces de controlar la mente y el primer paso, es aprender a "callarla".

Domando la mente


Curiosamente, una de las cosas que más nos cuesta es "no pensar". Somos capaces de tirarnos en el sofá y no hacer nada... no mover ni un músculo... (alguien dijo siesta...?) pero nos cuesta horrores dejar de pensar. Acallar la mente... descansarla.

Desde pequeños aprendemos montones de cosas, recibimos educación física para tratar de mantener un cuerpo que nos sirva mejor, y procuramos llenar la cabeza con un montón de conocimiento pero lo que no nos enseñan es educación mental.

Usamos la mente como un almacén y tenemos que aprender a usar la mente de forma autónoma para hacer uso de ese conocimiento o para inferir otros nuevos, pero nadie nos dice como... Todo es un proceso que vamos descubriendo por nosotros mismos y que forja nuestro carácter, nuestra forma de ser... en base a lo que aprendemos, nos educan, vivimos, sufrimos, etc...

Básicamente podríamos decir que la mente puede estar en tres estados, llamémoslos, por ejemplo...

  • Productivo
  • Ruidoso
  • Calmado

En estado productivo, para la mayoría de los mortales, solo nos la encontramos muy de vez en cuando. Cuando realmente tenemos pensamiento consciente. Es decir, ponemos a nuestra mente a trabajar a nuestro servicio. Así debería ser siempre que estuviera "funcionando".

Calmada no está casi nunca, y por contra, el resto del tiempo está casi siempre en un estado "Ruidoso"... por libre... haciendo run-rún, o dejándose invadir por pensamientos de todo tipo y distinta índole.

Tenemos claro que el estado "ruidoso" no es deseable, y por tanto la mente debería funcionar, de forma óptima, oscilando entre los estados "Productivo" y "Calmado".

Llegados a este punto, la pregunta que parece obvia y que además se puede considerar "del millón de dólares"...

¿Como eliminamos el ruido de nuestra cabeza?


En el enlace de el principio se explican técnicas, pero yo voy a tratar de sintetizar y hablar en base a experiencia propia en lo poquito que he conseguido, pero que sinceramente considero que me ayuda.

Lo primero y más importante es tomar conciencia del run-rún, del pensamiento rumiante (o histérico u obsesivo) y no dejarse llevar por él. Impedir el "rapto mental" e intentar ir desplazándolo hacia afuera poco a poco y a la más mínima sospecha de sufrir un pensamiento rumiante (como cualquier otro pensamiento negativo) procurar apartarlo de nuestro escenario mental... tantas veces sea necesario, con paciencia, constancia y determinación (nadie ha dicho que sea fácil).

Al mismo tiempo hay que procurar ir ganando espacio de quietud entre pensamientos, y procurar que éstos sean productivos. Ésto se puede tratar de conseguir mediante algún tipo de meditación activa, es decir, a grosso modo, tener conciencia de lo que se hace sin dejar ser "violado" mentalmente por otros pensamientos. Así, si estoy haciendo cualquier actividad (planchar, lavarme, pasear, etc..) procuraríamos centrarnos en ello, sin dejar distraernos por ningún pensamiento; no como hacemos casi siempre que aprovechamos para "pensar" ya que estoy haciendo algo "rutinario"...  (rutina, esa gran trampa de la mente).

Esta técnica me permite además centrarme mejor en lo que hago y probablemente hacer las cosas mejor y de forma más eficiente (combatir la hiperactividad, centrarse mejor).

Con el tiempo se puede pueden probar técnicas de meditación "tradicional" donde ya sí se requeriría algo más de disciplina e invertir un tiempo en meditar específicamente. Hay montones de guías de meditación, pero lo fundamental es sentarse erguido, cómodo, cerrar los ojos, calmar la respiración... la mente... centrándonos en por ejemplo nuestra respiración y muy pendientes de expulsar cualquier pensamiento que nos invada... volviendo a tomar conciencia de la respiración... e intentando "vaciar" nuestra mente.

Al principio una música apropiada puede ayudar (melodía instrumental muy suave...) al igual que usar algún tipo de "fijador" (un objeto que observar para fijar nuestra atención en él).

Cuando se practica iremos notando que la desesperación inicial porque suene la alarma de los 5 minutos   (ese será el principal pensamiento rival a batir...) irá desapareciendo, y podremos ir prolongando los tiempos de meditación, que además se irán haciendo más placenteros (en lugar de estar nerviosos en impacientes), pudiendo disfrutar de una sensación de "reseteo mental", de calma y de quietud muy gratificantes.

La meditación no tiene porqué ser divertida, y sobre todo al principio no es fácil, como decía Mario Benedetti:

"Hay pocas cosas tan ensordecedoras como el silencio."

...pero con el tiempo se agradecen sus muchos beneficios.

Ese precioso sonido llamado silencio


Cuando estoy muchas veces en la ducha y me veo que no paro de repetir el mismo estribillo de una canción... digo: PARA ! y mi mente calla... por un instante... porque al rato vuelve a hacer run-rún... y lo más seguro que vuelva a tener que insistir en mi aseveración para que vuelva a callar. Al final, con suerte, como un niño pequeño y revoltoso, acaba callando... y a partir de ahí es cuando empiezo a poder disfrutar del silencio...  

Empiezo a escuchar el agua caer... a notar el agua sobre la piel... a saborear delicadamente las gotas que se escapan por las comisuras de los labios... a escuchar a esos pájaros tras la ventana... y es cuando al menos por un instante tomo conciencia del momento, del presente, del aquí y del ahora, sin anclarme en el pasado y sin preocuparme por el futuro... disfrutando del momento.


"Los ríos más profundos, son siempre los más silenciosos." (Curcio)

lunes, 11 de junio de 2012

El poder de uno

Hoy, en el aniversario del acontecimiento, rescato la historia de esta impresionante fotografía que suelo comentar a menudo, para ilustrar hasta donde puede llegar la voluntad, el poder de la mente y el control de ésta sobre el cuerpo... fotografía que realmente encierra mucho más...


El monje ardiendo se llamaba Thich Quang Duc, y se autoinmoló en mitad de una calle de Saigón a plena luz del día durante una manifestación (tal día como hoy 11 de Junio, del año 1963) como símbolo de protesta contra Ngo  Dinh  Diem, líder vietnamita apoyado por EE.UU y que llevó a cabo una campaña antibudista en el sur de Vietnam.

La escena fue presenciada por periodistas estadounidenses, y en concreto, esta impresionante foto ganó el premio Pulitzer el año 1963.

Durante el acontecimiento el monje adoptó la postura de loto y entró en meditación, a continuación otro monje lo roció con un líquido inflamable y le prendió fuego... a partir de ahí comenzó a arder y se consumió sin inmutarse.

Un reportero relató:

"[...] Mientras se quemaba no movió ni un músculo, no pronunció ni un sonido, su compostura contrastaba con los lamentos de las personas a su alrededor."

Curiosamente esta misma imagen fue usada en el primer disco homónimo de "Rage Against the Machine", por su impacto visual y su marcado mensaje de protesta, muy acorde con la tendencia del grupo.

Esta práctica se generalizó entre otros monjes budistas (bonzos), como protesta "silenciosa"... de ahí la expresión "quemarse a lo bonzo".

Para aquellos que quieran ver el video con la cruda secuencia completa, pueden verlo en:


...el poder de la voluntad


"Se puede quitar a un general su ejército, pero no a un hombre su voluntad".

Cuando alguien es capaz de hacer algo así, es para pararse a pensar... denunciar una situación dando tu propia vida, trascendiendo más allá de todo lo humanamente comprensible. Se debe estar muy convencido de ello, sin duda, y tener muy claro qué hacer.

La voluntad es lo que posibilita vencer

nuestras supuestas limitaciones.
En la imagen Oscar Pistorius
Me hace recapacitar en que, en oposición a este ejemplo, más de la cuenta solemos caer en la tentación habitual de pensar que nosotros no podemos hacer nada por cambiar las cosas... que no somos capaces de cambiar ni siquiera nosotros... que una sola persona no tiene fuerza para ir en contra de la mayoría... pienso que muchas veces falta voluntad.

A menudo tiramos la toalla víctimas de la pereza mental que nos embauca haciéndonos pensar que "seguro que me supondría demasiado esfuerzo"... Pensamos que es inalcanzable... y no pensamos, que a veces, nosotros mismo podemos ser el cambio. En otros contextos quizás una voz se puede alzar sobre el resto... una idea se puede hacer valer... y merece la pena probar que el poder de uno se puede hacer valer si se dispone de la suficiente voluntad.

Cuando se piensa que no nos queda nada, quizás deberíamos recordar que siempre nos queda nuestra propia voluntad. Dicen que la fé mueve montañas, y quizás la voluntad pasa por ser la fé en uno mismo.

Por tanto, mi máximo respeto a todas las personas que a lo largo de la historia y actualmente hacen algo por cambiar las cosas, que se esfuerzan por ser mejores, por progresar, por evolucionar, que prueban sin temor a equivocarse... que luchan desde sus respectivas posiciones por un mundo mejor, por un mundo más libre, un mundo más justo... y que dicen lo que hay que decir, hacen lo que otros no se atreven a hacer y tienen la voluntad de ser y ejecutar el cambio, en cualquier ámbito y en cualquier contexto.

¿Qué seríamos de nosotros y del mundo si no mantuviéramos nuestra propia voluntad... (aunque sea menos de la que quisiéramos)? Imaginemos si fuésemos capaces de llevar a cabo la mitad de las cosas que pensamos que "algún día" deberíamos o querríamos hacer... 

Cuando veo que mi voluntad flaquea procuro acordarme de mi madre, una de las personas con más voluntad que conozco (gracias, mamá!). También me suelo acordar de la inspiradora frase de Albert Einstein:

"Hay una fuerza motriz más poderosa que el vapor, la electricidad y la energía atómica: la voluntad."


...por tanto, dejemos que fluya.


lunes, 28 de mayo de 2012

El arte de las emociones


No cabe duda de que somos seres netamente emocionales (unos más que otros...), pero si hay algún rasgo que nos caracteriza como personas, entre otros, es que somos seres absolutamente emocionales, al menos, de "fábrica"... después con el tiempo "aprendemos" a capearlas, con mayor o menor éxito... con mayor o menor coste... 

Yo era de los que me preocupaba mucho por guardarme de mis emociones, y sobre todo si no eran consideradas "apropiadas", o no estaban dentro del  marco del estereotipo al que pretendía pertenecer... Aún me autocensuro, pero siempre que puedo (y caigo en la cuenta) procuro que "fluyan"... es natural, o debería serlo... al fin y al cabo hacer lo contrario es negar nuestra naturaleza (sí... lloré en Titanic, aún sabiendo como acababa...).

La influencia de las emociones


Las emociones nos condicionan... o nos potencian. Pueden sacar lo mejor y lo peor de nosotros mismos hasta el punto de hacer de nosotros dos personas totalmente distintas según el momento y la emoción que estemos experimentando.

Del mismo modo, la mujer más dulce puede convertirse en la peor bestia movida por el despecho y el tirano más déspota y ruín puede recapacitar si el arrepentimiento llega a surgir en él.

Somos química, sí, víctimas de una explosiva mezcla en ebullición cuando nos dejamos arrastrar por la ira, rabia, indignación... o plácidos huéspedes inmersos en el más dulce néctar mecidos por la quietud, orden, amor, satisfacción, realización...

Podemos vernos desplazados entre las emociones con absoluta facilidad... sin pensarlo, sin meditarlo, sin recapacitar... instantáneamente... en un parpadeo podemos ir de un extremo a otro inducidos por una circunstancia... sin darnos cuenta, sin control...

Somos seres racionales (supuestamente...), pero toda razón queda aparcada si la emoción adecuada se instala sin ser invitada. Enciende la mecha adecuada y tendrás unos "bonitos" fuegos artificiales (¿quien dijo enajenación mental transitoria...?).

Las emociones, a quien más, a quien menos, nos dominan, muchas veces más de lo que quisiéramos o incluso de lo que es políticamente correcto, pero ahí están...

La pregunta entonces es ¿como podríamos controlarlas...? o incluso es más... ¿como sacar partido de ellas...?

Controlar las emociones


Nuestra mente es caprichosa. Por defecto siempre procura ir por el camino más fácil, directo, sin complicaciones... y por regla general suele ser bastante más independiente de nuestra conciencia de lo que nos creemos, lo que suele fomentar a menudo que las emociones se apoderen de nosotros creando, por ejemplo, una persona violenta, víctima de su propia ira, en lugar de encauzar esa ira hacia algo constructivo (arte expresivo, mayor intensidad en el deporte...).

Las emociones en si no tienen porqué ser negativas, lo negativo es lo que acarrean normalmente por la forma en que las proyectamos.

"No somos responsables de las emociones, pero sí de lo que hacemos con las emociones" (Jorge Bucay)

Contra el concepto de ser víctima de nuestras emociones, está la ecuanimidad, que se puede definir como la capacidad de permanecer serenos ante circunstancias que habitualmente nos alterarían, manteniendo el buen juicio y la objetividad (o lo que es lo mismo... eso que no tienen los niños mal criados...). 

¿Como se consigue? Pues básicamente, como casi todo en esta vida... practicando (también podríamos recurrir al uso de algunas sustancias, pero esa vía, en principio, la dejaremos de lado...). 

No hace falta ser un iluminado para adquirir esta capacidad... igual que no hace falta ser un super hombre para levantar 50 kgs, pero posiblemente la mayoría de la gente no sea capaz de levantar ese peso sin haberse ejercitado antes (al menos con garantías de no lesionarse...).

A nadie se le ocurre presentarse a las pruebas de bombero o policía sin haberse preparado físicamente, pues lo mismo ocurre con la mente. Por defecto, nadie (o casi nadie) tiene el don de la ecuanimidad, pero practicando, se puede conseguir algo bastante parecido, que nos valga, al menos, para buena parte de las situaciones que nos toca vivir día a día.

Una buena práctica para alcanzar un buen nivel de ecuanimidad, puede ser, por ejemplo, meditar. Es impresionante lo que se puede alcanzar practicando regularmente algo de meditación, para intentar al menos que nuestra mente no se vaya más de la cuenta sin nuestro permiso por los cerros de Úbeda, y controlar algo nuestro propio ruido interior.

El propio Dalai Lama dijo:

"Como las emociones son estados mentales, el método para manejarlas debe venir de adentro nuestro. No existe otra alternativa. No pueden ser liberadas por técnicas externas."


Vehículo de la evolución del ser


Además de definirnos como personas, las emociones a veces son valiosísimas. La diferencia entre intentar algo y conseguir algo, muchas veces puede ser la mediación de las emociones.

Cuantas veces hemos vivido de jóvenes (más jóvenes de lo que aún somos...) las pesadas explicaciones del típico profesor aséptico que con su monótono y soporífero discurso no hacía más que hundirte hacia un profundo sueño condenando tu mente al encefalograma plano... Por muy valiosa que fuera su enseñanza, difícilmente iba a conseguir arraigar en nuestra cabeza.


Sin embargo endulza una palabra... apasiónate con lo que dices o haces... genera emociones que provoquen la motivación y a buen seguro el mensaje calará mucho más hondo de lo que imaginamos.

Las emociones a menudo son el envoltorio de lo transmitido. La importancia del continente sobre el contenido. No sólo importa lo que se dice, sino como se dice... lo que se expresa, sino como se expresa... poder decir más de lo que estrictamente se comunica... arte.

¿Qué sería el arte sino la capacidad de expresar una emoción? La emoción plasmada en arte y el arte como medio para emocionar. ¿Cuantas veces nos hemos estremecido al oir una pieza de música o contemplar una bella escultura...? ¿Qué indescriptibles sensaciones y emociones se nos han evocado sin necesidad de transmitir ni una sola palabra...?

Verdaderamente me quito el sombrero ante aquellos que poseen la capacidad de expresar su arte, transmitiendo emociones que consiguen ensanchar el alma de las personas.

Bajo mi punto de vista, eso es precisamente lo que nos define como seres humanos... como personas... Somos seres pensantes y seres emocionales... capaces de compartir esas emociones que experimentamos. Podemos compartirlas destructivamente o constructivamente... y hagamos lo que hagamos siempre será nuestra elección, aunque muchas veces no seamos conscientes de ello.

"No olvidemos que las pequeñas emociones son los capitanes de nuestras vidas y las obedecemos sin siquiera darnos cuenta." (Vincent Van Gogh)


lunes, 14 de mayo de 2012

El último aliento

Estábamos en clase y nos explicaban qué es el espacio muerto anatómico. Básicamente se trata de un conjunto de vías que almacenan un volumen de aire que no se controla voluntariamente durante la respiración normal, sin embargo siempre está ahí... como reserva... como última reserva a decir verdad, ya que es el último lugar del que se tira cuando el cuerpo se va quedando sin oxígeno y está a punto de decir basta...

En mi caso... he tenido la oportunidad de experimentar lo que es hacer uso de dicha reserva...


La experiencia


Fue en un accidente de tráfico en el que un compañero tuvo que sacarme (al segundo intento...) cuando quedé aprisionado por el cinturón de seguridad (sí, ese que dicen que siempre hay que llevar puesto...) mientras me presionaba el tórax e iba sacando hasta la última gota de aire de mi cuerpo... hasta el último aliento.

En los infructuosos instantes que transcurrieron desde la colisión hasta que mi compañero consiguió sacarme (Vicente, gracias por insistir...), he de decir que hubo un momento en el que llegué a tomar conciencia de que hasta aquí habíamos llegado... que ese era mi final en este mundo y que lo mejor que podía hacer era aceptarlo porque ya se habían quemado todos los cartuchos... o casi todos, porque me equivoqué.


En ese instante el tiempo se dilata... dejas de respirar pero no le haces caso... tan solo piensas que te vas a ir y qué te dejas pendiente, pero que por otro lado... ¿qué importa ya...?


De pronto, cuando ya tienes el cuerpo hecho... la vida vuelve a ti de golpe... de sopetón... cuando ya te habías despedido de ella... como un resorte que se estaba comprimiendo y que salta con violencia...

El aire entra con tanta fuerza que duele... con un caudal que necesitaría tres bocas para poder ser inspirado... con tal intensidad que parece que los pulmones te van a reventar... pero que entra en ti sin pedir permiso...

Metafóricamente las nubes se abren, los querubines tocan las trompetas en una celestial sinfonía y la luz vuelve a ti... una luz que hará que ya nunca veas las cosas igual, al menos en mi caso.


La reflexión


Suena a tópico, pero estas cosas te cambian la vida. Habría que ser demasiado insensible, pienso yo, como para que no lo hagan.

Yo tiendo a pensar que fue "un toque de atención"... una lección que debía aprender. Tenía veinti muchos y pensaba que me iba a comer el mundo... nunca pensé que el mundo me podía comer a mi (y menos de golpe y sin avisar).

El orden de valores cambia radicalmente. Se trastoca de arriba abajo... dejas de encabezar tu lista particular (ocupando primer, segundo y tercer puesto) para dejar lugar a "otras cosas". Procuras ser algo menos egoísta y empiezas a tomar conciencia de "qué carajo hago yo aquí"... al menos, tomas conciencia del camino... (otra cosa es seguirlo...), y procuras reenfocarte.


Procurando tomar conciencia...


A mi modo de ver, intentando sintetizar y sin enrollarme demasiado, pienso que las lecciones más importantes que aprendí tras "el incidente" fueron:
  • Con ayuda se puede salir de todo. No somos más débiles por no ser capaces de hacer las cosas sin ayuda... probablemente seamos más necios si no reconocemos que necesitamos ayuda. Apóyate en quien realmente te quiere y está ahí. Probablemente tú harías lo mismo. Por la misma regla de tres, procura estar ahí para quien pueda necesitar tu ayuda.
  • El cuerpo es frágil... hay que cuidarlo. Nos creemos indestructibles... El cuerpo es una gran obra de ingeniería... pero se rompe. Y además se va rompiendo poco a poco si no se cuida, se degrada... Es el que nos va a acompañar toda la vida... así que además de que seguro que queremos que ésta sea lo más larga posible, que sea también con la máxima calidad (mejor calidad que cantidad, la verdad...). Y si no encuentras la forma de cuidarlo como se merece, al menos, procuremos no abusar de él...
  • No tomarle demasiado cariño a las cosas. El día que nos vayamos, no nos vamos a llevar nada... indudablemente nada material... siento contradecir a los egipcios... Ni siquiera tu vida es tuya... no te pertenece... es un préstamo. Procuremos rentabilizar nuestra más valiosa inversión y pensemos como nos gustaría ser recordados... ¿porque "tuve" o porque "fui"...?.
  • Un día no estaremos aquí. No olvidemos que, como alguien dijo, la muerte está tan segura de su objetivo, que nos da toda una vida de ventaja, pero, sin embargo, el tiempo que podamos disfrutarla sí podemos decidir qué hacer con ella... Procuremos cultivar lo que realmente importa y pasar de lo que no.

Señores... la vida es muy corta como para complicarnos y perder el tiempo con lo que no merece la pena...  y además, como dijo Abraham Lincoln...

"Al final, lo que importa no son los años de vida, sino la vida de los años."



domingo, 29 de abril de 2012

Felicidad condicionada

Con su inconfundible humor Groucho Marx, dijo una vez:

"Por supuesto que hay cosas más importantes que el dinero, pero cuestan tanto…"

Realmente el dinero es importante, y seríamos hasta cierto punto insensatos si no le diéramos importancia, ya que en la sociedad en la que vivimos es la moneda de cambio para acceder a servicios y bienes de primera necesidad, pero quizás caemos más de la cuenta en que "el árbol no nos deje ver el bosque".

Vivimos en una sociedad capitalista movida por el dinero, directa o indirectamente, de forma explícita o velada... El dinero es el combustible de la ambición humana, el medio que nos permite acceder a una serie de posesiones o servicios que en teoría me van a permitir vivir más cómodamente. El problema es cuando el medio se convierte en el fin, y el poseer en un objetivo programado en nuestra cabeza de forma férrea, muchas veces inducido desde intereses externos.

No nos equivoquemos, la ambición no es necesariamente mala, nos hace evolucionar... nos hizo salir de la caverna para vivir "mejor"... ha conseguido aumentar nuestra esperanza de vida (o recortarla drásticamente, según el caso...) y siempre es bonito tener ilusión por algo, mientras esa ilusión no se torne en obsesión.

Alguien dijo que "nada es tan bueno como resulta serlo una vez que lo consigues". Aquello que anhelamos siempre parece envuelto en un halo especial... un brillo magnífico... una magia maravillosa que promete darnos la felicidad en cuanto lo consigamos... pero la magia y la ilusión se rompen... y la felicidad nos dura un instante más o menos largo según el caso, pero bastante finito al fin y al cabo (como mucho, lo que tardamos en fijarnos en el nuevo modelo del vecino que aparenta despedir una magia aún mejor...).

En contraposición a esto último está el hecho de que, además, no solemos apreciar las cosas hasta que las perdemos, con lo cual, parecemos estar condenados a no ser felices, fruto de una cruel insatisfacción crónica que condiciona mi "felicidad", en forma de ilusión hacia lo que no tengo sin saber valorar lo que ya tengo.

Valorar las cosas en perspectiva, en su justa medida


¿Cuantas veces hemos hecho un regalo a un niño que ha terminado apreciando más el envoltorio que el propio juguete?

¿No será que todo es mucho más simple y tan solo lo complicamos ? Quizás nos fijamos y volcamos de forma sistemática nuestra atención en aquello que no la merece... volvemos nuestra atención hacia el lugar equivocado, buscamos la felicidad fuera de nosotros mismos, postergándola indefinidamente a cuando tenga o sea "noséqué"... en lugar de ser feliz ya... ahora mismo, con lo que soy y con lo que tengo.

Sin duda, para muchas cuestiones, deberíamos volver a ser niños... disfrutando el momento, siendo felices simplemente por el hecho de estar aquí y nos sonrían.

Quizás tendríamos que plantearnos aprender a disfrutar las cosas en su justa medida. Antonio Gala dijo una vez:

"La felicidad es darse cuenta que nada es demasiado importante."

Puedo disfrutar mi coche, mi casa, etc... y tengo derecho a tenerlos si puedo permitírmelo y me lo merezco, sin sentirme culpable y disfrutándolos de verdad... pero viviendo el momento.... en su contexto, como "cosas imperfectas" que son... conscientes de su limitación, dentro de un rumbo vital concreto, procurando no caer en la tentación de deambular constantemente en busca de pequeñas píldoras de efímera e irreal "felicidad" que me hacen dependiente de la contínua sensación de poseer.

Posiblemente la gracia del asunto esté en saber establecer el orden de valores correcto que permitan orientar de forma global nuestros anhelos, y aquí quizás puedan ayudar preguntas como: ¿En qué pensamos más... en nuestro coche o en nuestra pareja...? ¿Qué anhelamos para nuestro futuro... dinero, comodidad y posición social o salud...? ¿Qué nos gusta más... un cálido abrazo o un chuletón de ternera...? ¿Qué quiero hacer en mi vida...? Al fin y al cabo...

"Felicidad no es hacer lo que uno quiere sino querer lo que uno hace". (Jean Paul Sartre)